viernes, 18 de mayo de 2012

Pulverizándose con los ojos

No sabía el porqué de su agitación. Sus pupilas se dilataban y contraían al compás de sus irregulares latidos.
Una sensación conocida. Un temblor en las manos.
 Con el rabillo del ojo lo vio sentado en una piedra. Después de tanto tiempo... Volteó para evitar su mirada, intentando concentrarse en la vacía conversación de las personas que acompañaba. Pero algo captó su atención.
Un pestañeo, un revoloteo de alas. 
Una hoja dorada caía de su árbol favorito. No, no caía. Danzaba también al compás de su corazón, para luego posarse con gracia entre hojas marrones. Resaltaba tímidamente, distinta, hermosa. Tan sólo hicieron falta diez pisadas rápidas y algún que otro grito obsceno por parte de esos salvajes para aplastarla y hacerla perder su gracia. Ella intentó encontrar la hoja, pero, entre las demás, amordazada por los pisotones de los salvajes, se confundía y se sumía en la ignoranca. Seguía siendo diferente y especial, pero bajo aquellas capas de igualdad parecía una más del montón.
 Ella dirigió sus ojos una vez más a esos humanos llenos de vacío. No dijo nada, simplemente se alejó caminando.
 Ojos chocolate bajo unos llamativos lentes de contacto color del océano la hicieron detenerse. La estaba mirando a los ojos, su boca trazando una media sonrisa.
"Hola!" Le dijo él. Las pupilas de ella se dilataron un poco, las de él permanecieron firmes.
"Hola..." Contestó con una fingida sorpresa y curiosidad.
Los labios de él articulaban palabras, pero ella sólo podía sentir su pulso galopando detrás de la oreja. Y no pudo más.
 Un segundo, una canción sonando a lo lejos.
Y se fusionaron. Sus anatomías se confundían, y mientras tanto, ellos se sumieron en una densa niebla oscura donde todo valía. Eran extensiones del otro, testigos de la insolencia que había una vez arrasado sus encuentros.
 Ella respiraba su risa, mientras que él sangraba los ojos de ella.
 Qué silenciosa era su piel. Qué inagotable parecía ser esa sed de comprensión, esa apabuyante sensación de soledad que pronto se había visto aplacada por esos brazos como alas de mariposa. Y es que la certeza de la indecisión los arrastraba hacia aquel Tártaro que solo ellos conocían, los llevaba con uñas y dientes hacia la condena de otro día más. Inesperados, llegaron sin avisar aquellos pequeños fragmentos de ser, cayendo sordamente sobre la sien de él, que clavó sus ojos falsos, ávidos de sentir, en los de ella. Secó sus lágrimas, besó sus clavículas y dibujó cronopios bajando por su espalda. La rodeó con brazos y piernas, con desafío y una vigilia que venía acarreando desde hacía varias semanas. Acomodó el pelo detrás de su oreja, y se posicionó para cantar las palabras que sólo una vez se dignaría a recitar.
Un pestañeo, un revoloteo de alas.
"Bueno, nos vemos!" soltó.
Y se fue caminando.

1 comentario:

  1. QUE CARAJOS, escribi algo que podria tener que ver con esto hace 5 dias ._. coincidencia?

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Exprimí aquel putrido cerebro tuyo para que revolotee hasta acá tu vasta opinión