La mera existencia de algunos sueños es abrumadora. Uno
quiere un momento de descanso, de desconexión con el mundo exterior, y lo que
encuentra en el universo en el cual se sumerge no es más que confusión y un
páramo de ilusiones que bien pueden mecerte como destruirte. No es que la
vigilia sea una mejor opción, pero, ¿no pasa que tenés miedo de cerrar los ojos
y dormir puesto que no sabes con qué vas a encontrarte?
No.
No debería de ser
así. El inconsciente juega de muchas formas con vos, pero no lo podes evitar.
Le gusta atraparte, tenderte trampas, seducirte y luego romperte en mil
fragmentos de cobre. Y vos, ¿qué podes hacer?
Es simple.
Nada podes hacer.
Porque te encanta.
¿Dónde quedaron esos sueños que te seguían como sombras?
Pues, en algún momento de tu camino, se te adelantaron, van mucho más allá de
tu mera existencia. Y vos no haces más que perseguirlos en vano, porque los
amas, los deseas, querés rodearlos con tus brazos y hacerlos realidad.
No te engañes más.
Vos bien sabes que esa carrera no la vas a ganar nunca. Pero
te encanta intentarlo, te encanta vivir tu “vida” tratando de alcanzar algo que
nunca fue tuyo. Algo que nunca te perteneció.
¿Sabes cuál es la solución?
¿No?
Yo tampoco. Sin embargo hay pocas certezas en esta “vida”.
Como alguien dijo una vez, la única certeza en la vida es la muerte. Pero no
estoy segura de que valga la pena que induzcas tu propia muerte. Quizás sí, y
todo lo que escribo es tan sólo una sarta de incoherencias sin relación entre
sí. Tampoco estoy segura de eso.
Ni de nada.
Solo de la muerte.
Ni de los sueños uno está seguro, ya que al despertar se
duda de lo que se soñó. Usualmente se inventa parte del sueño cuando este
termina. Se recrea el entorno y se agregan escenas que uno desearía (o no) que
hubiesen estado ahí. Hay sueños que uno no debería molestarse por perseguir. Y
con eso no me refiero a que no sigas la carrera.
Después de todo, habrá que correr más rápido para poder
volar.
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Exprimí aquel putrido cerebro tuyo para que revolotee hasta acá tu vasta opinión